Sexóloga y Psicóloga de la Universidad de
Buenos Aires
Estudios especializados en clínica
sexológica (C.E.T.I.S.). Dos diplomaturas universitarias en salud sexual
(U.A.I.)
Miembro de la Comisión Científica de FESEA (Federación Sexológica Argentina)
Sexóloga acreditada y miembro de SASH. Coach sexual (I.C.P.).
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4589-5079 / 15-5958-1111 - Lic. Celia Laniado (UBA) - Bs As, Argentina |
Publicado en la revista Argentina de Sexualidad Humana, año 2007
RESUMEN
COMPETENCIAS COMUNICACIONALES: EL PEDIDO
El pedido es
una forma de solicitar algo que necesitamos, y al formularlo aparece la
posibilidad de una acción en el futuro. Constituye un acto lingüístico
fundamental como apertura en la coordinación de acciones en cualquier entorno,
y es el paso previo a la promesa que aparece cuando otro acepta satisfacer mi
petición. Es la posibilidad que me brinda el lenguaje, ya que al usarla de
determinada manera puedo disponer de un resultado cierto.
En mi trabajo con parejas, veo a la gente interactuar y
observo que uno pretende que el otro adivine, considerando que la magia de la
relación se encuentra allí. No los veo específicos en lo que necesitan del
otro. A menudo se muestran reticentes al pedido por considerar que al
hacerlo se menoscaban. Otros dan por sabido que su pareja entendió, pero lo que
era obvio para uno no lo era para el otro. Dan por sentado muchas cosas que el
otro no entiende y allí comienza una suerte de mala comunicación. Es por eso
que el pedido es una de las competencias que más se hace necesario desarrollar
en las relaciones de pareja.
Palabras claves
Pedido – Relaciones – Queja – Ontología del Lenguaje – Sexualidad – Pareja.
Bibliografía consultada
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Wittgenstein, L.
Tratado lógico-filosófico. Alianza Editorial, Madrid, 1981.
Competencias comunicacionales: El pedido
“Es verdad que no siempre has de recibir lo que pides.
Pero también es verdad que nunca recibirás lo que no pides.”
Madre María Teresa de Calcuta.
El objetivo de este trabajo es proporcionar una ampliación
lingüística sobre el pedido, mostrar que lo que en primera instancia
parece obvio –por cotidiano y mecánico– y que no es tenido en cuenta por
muchas personas, merece una reflexión. El abordaje parte de
la Ontología del Lenguaje que es una disciplina
de fundamentos contemporáneos que aporta una manera diferente de interpretar a
los seres humanos, su modo de relacionarse entre sí, de accionar y de alcanzar
los objetivos que se proponen. Uno de los postulados en los que se basa es que
el lenguaje no sólo describe la realidad, sino que a través de él la generamos;
es decir que, según cómo hablemos y cómo escuchemos será la situación que
construyamos. Al decir que el lenguaje no es sólo descriptivo –como se lo
consideraba antaño– sino que es, en su mayoría generativo me estoy refiriendo
a la nueva realidad que se organiza a través del hablar. Por ejemplo, cuando
María le pide afectuosamente a su esposo que la abrigue con una manta de lana y
él la complace, se está generando una acción que no hubiera tenido lugar de no
haber mediado ese pedido. En este caso, el uso del lenguaje no fue descriptivo
sino generativo.¡
Reflexionemos acerca de:
¿Qué decimos cuando decimos?
¿Cómo lo decimos?
¿Qué es lo que mi hablar produce en el otro?
El Coaching Ontológico reconoce sus bases filosóficas y científicas en los
trabajos de distintos autores como Ludwig Wittgenstein; J. Austin; Martín
Heidegger[1]
y Humberto Maturana[2],
entre otros[3].
Desde esta disciplina se definen cinco actos lingüísticos básicos[4],
de los cuales tomaré solo uno: “el pedido” con la intención de mostrar cómo
orientar a los pacientes en el orden de lo comunicacional para que puedan hacer
una diferencia en sus vidas.
El pedido es un recurso muy importante en la comunicación humana. ¿Pero
qué entendemos por recurso? Es toda herramienta, elemento o conocimiento del
que podemos valernos para lograr algo que queremos: por ejemplo mejorar una
relación sexual, resolver un problema, etc. Al respecto interesa considerar que
todos los seres humanos tenemos disponibles dichos recursos, pero puede que no
sepamos utilizarlos y entonces de poco sirven. Tal es el caso de la distinción
que nos convoca en donde suele haber falencias que se remontan a la familia y
al sistema educativo en general. Hay competencias que en el colegio no nos han
enseñado, tampoco en el seno de nuestro hogar; y una de ellas es el pedido. Sí
nos han enseñado el infinitivo del verbo pedir, cómo se conjuga, pero
no su esencia. Así como nos instruyeron en anatomía, las partes del cuerpo
humano, pero no cómo se puede desarrollar una primera relación sexual; también
nos enseñaron contabilidad, pero no cómo ir a una entrevista de trabajo. Con el
pedido pasó lo mismo: no nos instruyeron en cómo se pide ni el para qué del
pedido.
El pedido tiene una fórmula básica:
[Te pido x (qué y cómo) en tiempo y (cuándo)]
Fórmula a la cual cada uno le imprime su sello personal.
Por ejemplo: “Te pido por favor que me prestes el grabador para el sábado”. El
qué (lo específico) es el grabador, el tiempo es el sábado ya que si no hago
una precisión temporal mi interlocutor puede pensar que lo necesito de
inmediato.
En una muestra de 140 pacientes[5],
ante la pregunta ¿qué le pediría a su pareja? 110 respuestas fueron
inespecíficas:
Que
me haga feliz
Que me lleve a pasear
Que sea más cariñosa/o
Que me trate bien, etc.
Tomemos las primeras respuestas:
“Que me haga feliz”, ¿qué quiere decir esto?, porque lo que hace feliz a
uno, puede no hacer feliz al otro. Este pedido es inespecífico y no es
mensurable, ningún ser humano puede tener la medida de su resolución
satisfactoria.
En el segundo caso, “Que me lleve a pasear”, un hombre puede llevar a su
mujer al shoping pensando que está cumpliendo con lo requerido, pues piensa que
para ella es un paseo, aunque no lo sea para él. Nuevamente se observa lo
inespecífico. Hemos desarrollado mucha resistencia para hacer pedidos y si a
esto le agregamos la falta de especificidad se hace muy complicado para el otro
complacernos.
Así como en la pregunta se agrega el signo de interrogación, en el pedido se
utilizará el “te pido”, salvo en los casos en que puede estar implícito por
el trasfondo de obviedad; por ejemplo cuando mi pareja se está sirviendo un
vaso de vino y yo le acerco mi copa.
El pedido es un acto lingüístico[6]
que genera acción, y su práctica no sólo es importante en el área social,
laboral, familiar; sino que también en las relaciones sexuales constituye un
recurso eficaz.
Es importante pedir y mostrar a la pareja qué se desea, qué tipo de caricias se
necesitan –porque no a todos nos excita o erotiza lo mismo–. El pedido tiene
que ser específico; pedir caricias sin aclarar el lugar y la intensidad
adecuada no es un pedido preciso. Por ejemplo, una mujer puede pedirle a su
compañero que le acaricie el clítoris, puede que ella necesite un toque suave y
el varón la acaricie con mucha presión y se produzca un efecto contrario
al deseado.
Pedir de manera verbal o no verbal nuestras preferencias sexuales,
indicar las zonas erógenas más sensibles, incluso guiar la mano para que el
otro/a sepa qué me atrae, qué tipo de movimiento y presión necesito para lograr
un mayor placer. Siempre pedir con precisión y afecto.
LOS ELEMENTOS QUE CONFORMAN EL PEDIDO
- Un orador: el que abre el juego. No habrá pedido si el
orador no lo enuncia y espera que el otro adivine.
- Un oyente: a quien va dirigido el
pedido. A veces falta el oyente: hay personas que están acostumbradas a hablar
en términos de “hay que hacer tal cosa” y luego se quejan de que no está hecha.
Lo que sucedió es que no le quedó claro a la gente de su entorno quién tenía
que hacerla.
- Algo que falta: lo que se quiere y
no se tiene.
- Tiempo: cuándo se lo quiere.
Pensemos en la diferencia que se abre al decir: “ te pido por favor que me
devuelvas el libro en el término de esta semana” a “quiero que me devuelvas el
libro”.
- Acción futura: la acción concreta
que se llevará a cabo.
- Fenómeno de sinceridad: es
comprometerse con la franqueza del pedido y no ‘pedir por pedir’.
- Trasfondo de obviedad: minimizar el
gasto de energía conversacional cuando se comparte el mismo código; por ej. un
gesto o una palabra pueden representar una petición.
- Condiciones de satisfacción: que
ambas partes se pongan de acuerdo, por ej. “te pido que me trates bien” y no
explico qué necesito que hagas para que yo interprete que me estás tratando
bien.
- Presuposición de habilidad:
significa suponer o tener el juicio de que el otro tiene la competencia para
hacerlo, porque sino es pedir “peras al olmo”.
ALGUNAS RAZONES QUE DIFICULTAN EL PEDIDO
A veces estamos tan poco conectados con nosotros mismos que
no percibimos nuestras necesidades y carencias reales: por ignorancia –no
sabemos qué y como pedir–, por vergüenza, por orgullo.
Otras razones son los mitos y
creencias del tipo: “tengo miedo que me digan que no”, (esto no es así: es un
“no” solamente al pedido y no un rechazo hacia la persona); “la gente fuerte no
pide”, (el que es fuerte se atreve, vence el miedo y se considera digno de
pedir); “no quiero exponerme”, (la vida es una constante exposición, quedarse
en la pasividad no direcciona lo que se desea); “no quiero molestar”, (al
contrario, la gente se siente útil cuando puede acceder o responder a un
pedido); “si se lo pido pierde la gracia”, (pero la gracia consiste en
satisfacer nuestro pedido y no que el otro adivine); “él/ella tiene que darse
cuenta”, (eso generalmente sucede en los cuentos y pocas veces en la vida
real); “No pido porque después tengo que devolver con creces” o “tengo que
arreglármelas solo/a” o “si verdaderamente me ama debe saber lo que necesito”.
Estamos convencidos que necesitamos hacerlo todo nosotros mismos y por lo
general a la perfección y en el primer intento. Estas creencias limitantes se
sostienen en personajes de ficción; los héroes de Hollywood son fuertes y nunca
piden.[7]
CONFUSIONES DEL PEDIDO
Es habitual encontrar personas que exigen, ordenan,
presionan, demandan, extorsionan, reprochan, amenazan, pero no piden. La queja
es otra confusión muy común; la gente piensa que pide y en realidad se queja.
En este punto quisiera hacer una
observación, ya que hombres y mujeres muy frecuentemente la practican. Veamos
algunos ejemplos extraídos de la práctica clínica:
Marido: - Porque ella no
me hace lo que a mí me gusta.
Terapeuta: - ¿Qué te gusta?
Marido: - Que me bese el cuello y las tetillas porque esto a mi me excita
mucho. Pero no lo hace; ella es muy pasiva y esto a mí me tiene cansado.
Terapeuta: - ¿Se lo pediste?
Marido: - No.
Terapeuta: - ¿Tu esposa es vidente o adivina?
Marido: - No.
Terapeuta: - Entonces si no se lo pediste y ella no es adivina ¿cómo pretendés
que te lo haga?
Marido: - Ah pero ella lo tiene que saber….
Terapeuta: - Tenés dos caminos: pedirle lo que te gusta o quedarte en la queja
sin lograr lo que deseas.
Luego de
trabajar en el tema, el paciente obtuvo una mejora en sus relaciones sexuales
en donde no sólo pudo solicitar lo que quería, sino que recibió pedidos de ella
que nunca hubiera imaginado, si no fuera por esta nueva práctica que adoptaron
generando un ida y vuelta. Cuando comienza a circular el pedido, algo empieza a
ocurrir, pequeños detalles hacen grandes cambios en la pareja.
Continuando con
los ejemplos: muchas mujeres se quejan de que el hombre va “directamente al
grano” y que ellas necesitan más mimos y caricias, pero no lo piden, ni
siquiera se les ocurre esa posibilidad. El hombre que percibe cierto malestar,
le pregunta:
Él: - ¿Qué te pasa?
Ella: - Nada.
El: - ¿Seguro que no te pasa nada?
Ella: - Nada, todo está bien.
A veces ocultamos el pedido, peleándonos, quejándonos, o
cerrando el diálogo como en el último ejemplo: ella da por sentado que él tiene
que darse cuenta qué necesita; así queda entrampada en una conversación que da
como resultado más de lo mismo. La relación queda resentida.
La queja, muchas veces
impregna el hablar y se instala en el diálogo de la pareja: hay quejas porque
llega tarde, porque el hombre sólo piensa en él, porque termina y se da
vuelta, porque ellas no quieren sexo anal o siempre está cansada o le
duele muy frecuentemente la cabeza.
Pero ¿qué hay detrás de
la queja? Tiene éxito el lugar común porque no se sabe pedir. Los estereotipos
dejan al ser humano en un lugar fijo. Hombres y mujeres se quejan sin darse
cuenta de que esto los convierte en víctimas, les quita autoridad; mientras que
el pedido los convierte en protagonistas. La queja ahuyenta y el pedido atrae.
La queja cierra y el pedido abre un abanico de posibilidades.
El género,
como construcción cultural basada en la diferencia sexual, juega un rol
fundamental en los estereotipos y en los discursos que lo sustentan. Al
justificarse el poder masculino y la subalternidad femenina –en una
distribución desigual del poder– es más frecuente el éxito del aprendizaje del
pedido por parte del hombre, mientras que en la mujer se hace más
dificultoso[8].
Según
la Real Academia
Española, “queja” es un sustantivo femenino, es la expresión de dolor, pena,
resentimiento, desazón; en cambio el pedido es un participio: acción y
efecto de pedir. Por lo tanto, ya desde sus acepciones encontramos una
diferencia importante: el pedido por su misma naturaleza verbal convoca a la
acción mientras que la queja no genera ninguna.
Muchas personas ignoran que la queja provoca malestar,
obstruye el crecimiento y obstaculiza todo tipo de relaciones, incluyendo las
sexuales. Erradicarla constituye un desafío.
El pedido es una
forma de solicitar algo que falta y al formularlo aparece la posibilidad de una
acción en el futuro. Constituye un acto lingüístico fundamental como apertura
en la coordinación de acciones en cualquier entorno, y es el paso previo a la
promesa que aparece cuando otro acepta satisfacer mi petición. Es la
posibilidad que me brinda el lenguaje, ya que al usarla de determinada manera
puedo disponer de un resultado cierto.
El pedido es una distinción poderosa de la comunicación humana, que nos permite
generar acciones creando una nueva realidad en nuestra relación.
Frecuentemente caemos en el resentimiento culpando al otro de no cumplir lo que
jamás nos atrevimos a pedir. También hay quienes creen hacer pedidos que no son
escuchados como tales, probablemente porque estos no fueron específicos; otros
piensan que decir que algo no les gusta es el equivalente a pedir que se
modifique, pero obviamente no es así, y las cosas seguirán siendo como eran. Es
necesario reflexionar desde un lugar distinto y abrirse a otras
interpretaciones para mejorar las relaciones de pareja. El ser humano se
siente útil cuando puede satisfacer el pedido. Es más, muchas veces a ella/os
les gusta escuchar un pedido que cumplido daría un placer intenso al otra/o,
especialmente si se hace con una cuota de seducción.
En mi
trabajo con parejas, veo a la gente interactuar y observo que uno pretende que
el otro adivine, considerando que la magia de la relación se encuentra allí. No
los veo específicos en lo que necesitan del otro. A menudo se muestran
reticentes al pedido, por considerar que al hacerlo se menoscaban. Otros dan
por sabido que su pareja ha entendido, pero lo que era obvio para uno no lo era
para el otro. Dan por sentado muchas cosas que el otro no deduce y allí
comienza una suerte de mala comunicación. Es por eso que el pedido es una de
las competencias que más hace falta desarrollar en las relaciones de pareja.
Práctica terapéutica
El marco de la terapia ofrece un espacio óptimo
para incorporar la distinción que nos convoca. No se aprende en los libros, se
logra con entrenamiento, haciendo pedidos fáciles o menores, para ir
progresivamente de menos a más.
Ø
El punto de
partida para transitar este aprendizaje es mostrarle al paciente la
disponibilidad de este recurso y cómo se pide –la formula básica ya enunciada–
por ej. cuando el paciente quiere algo de su pareja es bueno que se lo pida y
no esperar a que el otro adivine o se dé cuenta porque la mayoría de las veces
no sucede. Recordar que quién no pide se conforma con lo que le dan.
Ø
En muchos
casos el paciente confunde el pedido (piensa que pide y en realidad se queja)
mi intervención es mostrarle cómo transformar esa queja en pedido y que pueda
observar la diferente respuesta que suscita en el otro el cambio de
formulación.[9]
Ø
Reestructurar
el sistema de creencias para detectar cuales son las que obturan la petición.
Ø
Observar los
nueve elementos que conforman la estructura del pedido. Muchos pacientes tienen
dificultades con algunos de ellos, por ej. no tener en cuenta la presuposición
de habilidad; pedir algo que el otro no puede dar.
Ø
Asistir a la
pareja para hacer pedidos concretos. Frente a: “quiero que me preste más
atención” la tarea consiste en volver específico lo inespecífico. A mayor
precisión más efectividad –a quien le pido, qué, cuándo, dónde y cómo-
Ø
Reflexionar
acerca de que cosas se perdieron en su vida por no pedir.
Ø
Tareas para
el hogar:
-
Traer en sobre cerrado 5 pedidos que le harían al otro, luego
en la sesión intercambiarlos y trabajar el material
-
llevar un registro diario de quejas del otro
-
listar cuáles fueron los últimos pedidos que se hicieron,
etc.
Ø
Mostrar que
frente a un pedido hay tres respuestas posibles:
SÍ, NO o
la apertura a una negociación .Observar qué capacidad tienes de permitirle al
otro la negativa y diferenciar que cuando te dicen que no es un NO a tu pedido
y no un rechazo a tu persona. Esto puede evitar una buena dosis de sufrimiento.
Ø
Pedir con
cariño.
CONCLUSIÓN
El pedido es un recurso poderoso. Se practica reflexionando
a partir de la experiencia: desaprender lo aprendido, abandonar las viejas
prácticas para dar lugar a otras nuevas.
Como todo
proceso de transformación requiere de un tiempo. En el área sexual, cuando los
pacientes empiezan a practicarlo hacen una diferencia importante en sus vidas.
Los resultados son sorprendentes, ya que cuando comienza a circular el pedido
la relación empieza a mejorar.
* Psicóloga UBA. Sexóloga Clínica-CETIS. Docente Universitaria. Terapeuta sistémica, Mental Research Institute (California), Coach Sexual, ICP. Miembro de la Comisión Directiva de AAPCoaching; Dom: F. Beiró 2661, Olivos, Pcia. de Bs. As., Argentina. ( 54 11) 4791 9781 E-mail: celia@altillo.com
[1] “El lenguaje es la morada del ser” dice Heidegger, Martin en Poetry, Language, Thought, Harper & Row, San Francisco, 1971.
[2] En el campo de las ciencias biológicas también han tenido lugar importantes desarrollos a nivel de la biología teórica, se ha postulado que el rango básico que distingue a la especie humana de otras es el lenguaje humano. En este dominio, cabe destacar la valiosa contribución del biólogo chileno H. Maturana.
[3] Durante el siglo XX pensadores, filósofos y científicos de diferentes partes del mundo analizaron el lenguaje humano y la relación entre la utilización de ese lenguaje y la producción de resultados.
En la segunda mitad del siglo XX, el Dr. Fernando Flores desarrolló un proyecto de aplicación de las teorías cibernéticas a los problemas de organización social. Este programa pionero en su campo, fue dirigido por Stafford Beer (cf. Beer, Platform for Change, 1975). En 1976 F. Flores fue contratado por la Universidad de Stanford. Obtiene el grado de doctor en la Universidad de Berkeley donde había estudiado Filosofía Analítica del lenguaje y Filosofía de la Ciencia. La Ontología de Heidegger, la hermenéutica de Gadamer, la filosofía del lenguaje de Searle influyeron en su pensamiento.
[4] Según R. Echeverría los actos lingüísticos básicos son: afirmaciones, declaraciones, pedidos, ofertas y promesas.
[5] El 40% corresponde a pacientes atendidos en el marco de terapia de parejas en el Hospital de Vicente López, año 2000/1. El 60% restante corresponde a consultas privadas de terapia individual y de parejas, en el Centro Médico Integral, años 2001 al 2005.
[6] Echeverría, R. refiere que la presentación de los diferentes actos lingüísticos es una elaboración efectuada a partir de la propuesta realizada por el filósofo norteamericano John R. Searle.
[7] La Mujer Maravilla, El Increíble Hulk, Rambo, Terminator, Agente 007, Tarzán, El Llanero Solitario, y otra/os se las arreglan sola/os.
[8] El tomar conciencia de este tema contribuye a que la mujer resuelva las dificultades para lograr la paridad de género dentro de la pareja, al mismo tiempo que se modifica lentamente el imaginario colectivo que sostiene las diferencias.
[9] R. Echeverría, basado en la filosofía de F. Nietzsche, refiere que el lenguaje no es inocente y que a partir de lo que decimos creamos una realidad determinada.
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